viernes, 17 de julio de 2015

El legado de Eco

Por diversos motivos hace varias noches que vengo acordándome de Eco, la ninfa de los bosques locuaz, conversadora, que cometió el error de entretener con su charla a Hera mientras las otras ninfas atendían (sí, en ese sentido) a Zeus. Cuando Hera descubrió lo sucedido castigó a la pobre Eco, condenándola a no poder decir nunca más una palabra propia, teniendo que conformarse con repetir lo que otros decían.
Esto no significó que perdiera toda posibilidad de comunicarse. Como bien sabemos, el lenguaje no se compone sólo de palabras. También cuentan los énfasis, las pausas, el tono... De esos elementos tuvo que valerse Eco para intentar ser comprendida...
El más célebre de sus diálogos (?) probablemente sea el que mantuvo con Narciso, de quien la ninfa estaba perdidamente enamorada.
Parece ser que Eco estaba escondida, contemplando a su amado, cuando éste presintió su presencia. “¿Hay alguien aquí?”, preguntó. Y Eco respondió: “Alguien, aquí”. Narciso gritó: “No temas, ven”; ella respondió: “Ven”.  Y así siguieron conversando un largo rato, hasta que... hasta que sucedió lo que quizá contemos en otro momento-
¿Cuál es el sentido de recordar aquí a Eco? Hace un par de noches alguien me elogiaba por todo lo que sé sobre las estrellas. Sin falso pudor reconocí que no sé casi nada. Solamente tengo algunos buenos libros que, ya que está, paso a mencionar, por si alguien quiere invertir en su biblioteca.... “Mitógrafos griegos”, de editorial Akal, que trae textos de Eratóstenes, Partenio, Paléfato; la “Biblioteca” de Apolodoro; Las “Metamorfosis” y los “Fastos”, de Ovidio; “Los mitos griegos”, de Graves; el “Diccionario de mitología”, de Grimal, y algunos otros más. De lo que se trata aquí  es de usar, como Eco, las palabras de los otros para intentar decir algo propio. Tomar lo que otros han dicho para contar de un modo un poquito distinto, personal, historias que tienen miles y miles de años. A fin de cuentas, eso es lo que hacemos todo el tiempo. Usar palabras que ya existían antes que nosotros, que nos acogieron tanto como nos limitaron desde nuestro nacimiento, para expresar de un modo personal lo que pensamos, lo que sentimos...

En otra noche nublada, fría, sin estrellas, vaya nuestro reconocimiento a la ninfa locuaz y enamoradiza que nos enseñó que no hay repetición, que aún diciendo lo mismo que otros, podemos ser capaces de transmitir un mensaje diferente...

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