En estos días circulaba en los medios la noticia del descubrimiento de un planeta similar a la Tierra. El más semejante que se haya descubierto hasta el momento. Al leer los textos, que no hacían más que replicar un vago comunicado de la Nasa, se podía llegar rápidamente a la conclusión de que dicho planeta era decididamente inhabitable. Si alguien esperaba encontrar allí una esperanza para mudarse cuando la vida en la Tierra fuera imposible, mejor que lo vaya olvidando. Sin contar, además, que el gemelo de la Tierra dista de ésta unos 1400 años luz. Lo que me asombra de esta "noticia" es que, justamente, lo sea. ¿Cuál es la noticia? Apenas, que NO se encontró un planeta semejante a la Tierra... y que si se lo hubiera encontrado no estaría, ni remotamente, al alcance de los seres humanos.
Lo que no es noticia es que el universo es grande. Muy. No viene al caso intentar decir cuan grande, ni siquiera entrar a discutir si es o no infinito. Es apabullantemente grande. Tanto como lo es el tiempo. En dimensiones semejantes, es difícil no pensar que la vida individual (la mía, la tuya) es algo insignificante. Algo que apenas sucede. Algo que, en una escala "razonable" para las dimensiones del universo sería muchísimo menos que un margen de error despreciable. Desde la perspectiva del universo, de la naturaleza cósmica, la vida individual es completamente imperceptible. Veinte, cuarenta, sesenta, ochenta, cien o ciento veinte años son igualmente inexistentes. 50 kg o 200 kg de peso son igualmente insignificantes. Somos casi casi una inexistencia.
Es un lugar común decir que el hombre es el único animal que sabe de su muerte. Y que, en sentido estricto, es por esto el único animal mortal. Los demás, al parecer, no tienen la muerte en su horizonte. No saben de su finitud.
Permítaseme pensar que esto es menos interesante que el planteo inverso: el hombre es el único animal que sabe que vive. Es decir, que se sabe vivo, porque se sabe mortal. Es un ser que sabiendo de su precariedad, de su pequeñez, del carácter efímero de todos sus actos, comete la osadía de colocarlos en el centro de su atención.
¿Y por qué no? Asumamos que somos casi una inexistencia. Que desde ninguna de las estrellas o los planetas que podemos observar esta noche desde el balcón nadie podría tomar nota de nuestra presencia. Ni como individuos ni como especie. ¿Nos hace eso menos existentes? Quizá no. Quizá, por el contrario, saberlo nos haga pensar en el valor invaluable que tiene nuestra vida. Porque somos casi nada, pero somos; porque es casi infinita nuestra inexistencia, pero acá estamos. Un tiempo fugaz, en el que apenas nos es dado dejar marcas más efímeras que un suspiro. Somos un chiste. Un chiste de la naturaleza. Pero somos. Y nos sentimos ser. Nos sabemos ser. Y eso nos hace ser unos animalitos deliciosos, fascinantes. cándidos. Porque nos tomamos tan en serio este chiste que somos, somos tan queribles.
Una botella virtual lanzada -sin esperanzas, pero sin desesperación- al océano estelar...
lunes, 27 de julio de 2015
viernes, 24 de julio de 2015
De la belleza, la armonía y otros caprichos cosmicos
La palabra Cosmos tiene una historia curiosa. Para nosotros es sinónimo de "universo". Pero originariamente tenía un significado muy diferente. El primero en emplearla en un texto que haya llegado hasta nosotros es Homero, en la Ilíada. Allí "cosmos" alude al orden de los ejércitos al dirigirse al combate. Parece que a los griegos arcaicos les fascinaba ver el orden armonioso en que las tropas marchaban por el campo de batalla. Orden, armonía. Probablemente una noche alguien relataba una historia cósmica, y se le ocurrió comparar esa marcha armoniosa con la de los astros en el cielo. Las estrellas se desplazan cada noche como el más glorioso y bello de los ejércitos.
Hay quienes dicen que la armonía es un capricho, una arbitrariedad. Tal como la belleza. Vemos belleza en lo que llamamos armonía porque ciertas estructuras coinciden con las nuestras. El orden es una configuración como cualquier otra; una disposición azarosa entre infinitas otras.
Hay otros que no se preocupan por distinguir bellezas auténticas de otras ficticias en tanto que puedan regocijarse con ellas, que no exigen una certificación científica para los mitos, que no se inquietan por la arbitrariedad de la armonía mientras esta les permita seguir danzando.
Hay quienes dicen que la armonía es un capricho, una arbitrariedad. Tal como la belleza. Vemos belleza en lo que llamamos armonía porque ciertas estructuras coinciden con las nuestras. El orden es una configuración como cualquier otra; una disposición azarosa entre infinitas otras.
Hay otros que no se preocupan por distinguir bellezas auténticas de otras ficticias en tanto que puedan regocijarse con ellas, que no exigen una certificación científica para los mitos, que no se inquietan por la arbitrariedad de la armonía mientras esta les permita seguir danzando.
jueves, 23 de julio de 2015
Plinio
Ayer, en Parque Rivadavia, tuve uno de esos encuentros
amorosos que se dan una vez cada tanto... un auténtico flechazo. Con un libro,
claro: “El cosmos”, de Plinio el viejo. Se trata de un autor romano, del siglo
I dC. Un libro de 2000 años de antigüedad... una auténtica belleza.
Impresiona la reverencial sabiduría de Plinio. Su pasión por
el Cosmos.
Refiriéndose a Venus, dice: “ Gira por debajo del sol un
astro inmenso llamado Venus que se mueve en dirección alterna y que, de acuerdo
con sus propios sobrenombres, es rival del sol y de la luna. Así que cuando
sale temprano y aparece antes del amanecer recibe el nombre de Lucero, ya que
anticipa el día como otro sol; a la inversa, cuando resplandece por el
poniente, se llama Vespertino como si prolongara el día e hiciera las veces de
la luna (...) Por acción de su naturaleza se originan todas las criaturas en
las tierras, ya que al impregnarse del rocío genital en sus dos nacimientos no
sólo da fecundidad a la tierra sino que además estimula la de todos los seres
vivos”.
Hace algunas noches narrábamos el mito del nacimiento de Afrodita
que la hace surgir del semen esparcido por el miembro amputado de Urano. Pero
otros mitos la hacen nacer de la unión de Zeus y Dione. De ahí que Plinio hable
de un doble rocío genital, que, a su vez, puede asociarse con el rocío del alba
y la primera humedad del anochecer. Momentos de fecundidad en la naturaleza, y
en los lechos de los amantes. De ahí, quizá, que a Afrodita Venus se la asocie
con el amor y la fecundidad...
sábado, 18 de julio de 2015
El gran amor de Selene, la Luna
Así llegaba Eos, la de las mejillas rosadas, a llevarse a Helios a descansar, hoy a la tarde. Nos regalaba, como sucede en estos últimos meses, la compañía de Venus y Júpiter. Pero a ellos se sumaba hoy una fina lunita, casi una uñita de Luna...
Imposible no quedarse extasiado ante tamaño espectáculo. No en vano la Luna ha sido asociada al amor. Atrae, seduce. Sin embargo, en otro tiempo hubo alguien capaz de seducirla a ella: el bello pastor Endimión. Tan enamorada estaba la Luna, que consiguió que Zeus le prometiera cumplir un deseo que Endimión le pidiese. Enterado el pastor, lo que solicitó fue la juventud y belleza eternas. Zeus se las concedió, al precio de sumirlo en un sueño sin fin. Conforme con el trato, Endimión se entregó a su sueño y en ese estado fue amado -y, si damos crédito a la promesa, sigue siéndolo- cada noche por Selene, la Luna, a quien se dice que dio algo así como cincuenta hijas. Qué soñaba Endimión mientras hacía el amor con la Luna es algo que ni los dioses parecen haber llegado a develar.
Imposible no quedarse extasiado ante tamaño espectáculo. No en vano la Luna ha sido asociada al amor. Atrae, seduce. Sin embargo, en otro tiempo hubo alguien capaz de seducirla a ella: el bello pastor Endimión. Tan enamorada estaba la Luna, que consiguió que Zeus le prometiera cumplir un deseo que Endimión le pidiese. Enterado el pastor, lo que solicitó fue la juventud y belleza eternas. Zeus se las concedió, al precio de sumirlo en un sueño sin fin. Conforme con el trato, Endimión se entregó a su sueño y en ese estado fue amado -y, si damos crédito a la promesa, sigue siéndolo- cada noche por Selene, la Luna, a quien se dice que dio algo así como cincuenta hijas. Qué soñaba Endimión mientras hacía el amor con la Luna es algo que ni los dioses parecen haber llegado a develar.
viernes, 17 de julio de 2015
El legado de Eco
Por diversos motivos hace varias noches que vengo
acordándome de Eco, la ninfa de los bosques locuaz, conversadora, que cometió
el error de entretener con su charla a Hera mientras las otras ninfas atendían
(sí, en ese sentido) a Zeus. Cuando Hera descubrió lo sucedido castigó a la
pobre Eco, condenándola a no poder decir nunca más una palabra propia, teniendo
que conformarse con repetir lo que otros decían.
Esto no significó que perdiera toda posibilidad de comunicarse.
Como bien sabemos, el lenguaje no se compone sólo de palabras. También cuentan
los énfasis, las pausas, el tono... De esos elementos tuvo que valerse Eco para
intentar ser comprendida...
El más célebre de sus diálogos (?) probablemente sea el que
mantuvo con Narciso, de quien la ninfa estaba perdidamente enamorada.
Parece ser que Eco estaba escondida, contemplando a su
amado, cuando éste presintió su presencia. “¿Hay alguien aquí?”, preguntó. Y
Eco respondió: “Alguien, aquí”. Narciso gritó: “No temas, ven”; ella respondió:
“Ven”. Y así siguieron conversando un
largo rato, hasta que... hasta que sucedió lo que quizá contemos en otro
momento-
¿Cuál es el sentido de recordar aquí a Eco? Hace un par de
noches alguien me elogiaba por todo lo que sé sobre las estrellas. Sin falso
pudor reconocí que no sé casi nada. Solamente tengo algunos buenos libros que,
ya que está, paso a mencionar, por si alguien quiere invertir en su
biblioteca.... “Mitógrafos griegos”, de editorial Akal, que trae textos de
Eratóstenes, Partenio, Paléfato; la “Biblioteca” de Apolodoro; Las “Metamorfosis”
y los “Fastos”, de Ovidio; “Los mitos griegos”, de Graves; el “Diccionario de
mitología”, de Grimal, y algunos otros más. De lo que se trata aquí es de usar, como Eco, las palabras de los
otros para intentar decir algo propio. Tomar lo que otros han dicho para contar
de un modo un poquito distinto, personal, historias que tienen miles y miles de
años. A fin de cuentas, eso es lo que hacemos todo el tiempo. Usar palabras que
ya existían antes que nosotros, que nos acogieron tanto como nos limitaron
desde nuestro nacimiento, para expresar de un modo personal lo que pensamos, lo
que sentimos...
miércoles, 15 de julio de 2015
De Eos, Afrodita y los celos a la hora del amor...
Otra diosa vinculada al cielo es Eos, la de las mejillas rosadas. Así la presenta Graves: "Cuando termina cada noche, Eos, la de los dedos rosados y la túnica de color de azafrán, hija de los titanes Hiperión y Tía, se levanta de su lecho en el Oriente, monta en su carro tirado por los caballos Lampo y Faetonte y se dirige al Olimpo. donde anuncia la aproximación de su hermano Helio. Cuando aparece Helio se convierte en Hémera y lo acompaña en su viaje hasta que, como Hespería, anuncia su llegada, sanos y salvos, a las costas occidentales del océano".
Es decir que Eos, la Aurora, busca al sol y, al aparecer éste se transforma en Hémera, el día. Viaja junto a él durante toda la jornada hasta recuperar su color rosado convirtiéndose en el atardecer, Hespería.
¿Por qué es rosa, Eos? Porque es enamoradiza y pudorosa... Se sonroja ante toda posibilidad de amor.
Parece ser que esto se debe a la intervención de Afrodita. Cuenta Graves que "Afrodita se enojó en una ocasión al encontrar a Ares en el lecho de Eos y la maldijo con un deseo constante de los mortales jóvenes, a los que inmediatamente comenzó a seducir uno tras otro secreta y vergonzosamente".
Desde la astronomía, la escena es casi previsible. Porque, precisamente Venus, Afrodita, es el "lucero matutino"y el "lucero vespertino". Es decir, el astro que se destaca en la cercanía del amanecer y del atardecer. Quizá de allí venga la asociación con la diosa del amor. Venus es el astro con el que se encuentra el amante al dejar el lecho al amanecer, y el que lo acompaña al buscar el encuentro de la amada al atardecer... Pero, precisamente, la belleza de Venus Afrodita compite directamente con la del cielo teñido de rosa al alba y al caer la tarde. Sin dudas entre estos seres debían desatarse los celos.
Curiosamente en estos días parece reeditarse la escena que tanto irritó a Venus Afrodita. Porque justamente ahora Marte, Ares, aparece fugazmente al amanecer. Es decir, apenas se lo puede visualizar en medio del cielo que va enrojeciendo anunciando la salida de Helios. Como si Ares hubiera compartido el lecho con la diosa de las mejillas rosadas. Y en un par de meses la escena va a ser completa, porque al alba van a encontrarse Eos, Marte y Venus...tal como aquella vez en la que la Afrodita lanzó la peor maldición de todas sobre su adversaria... la del amor...garantía de sufrimiento...
Es decir que Eos, la Aurora, busca al sol y, al aparecer éste se transforma en Hémera, el día. Viaja junto a él durante toda la jornada hasta recuperar su color rosado convirtiéndose en el atardecer, Hespería.
¿Por qué es rosa, Eos? Porque es enamoradiza y pudorosa... Se sonroja ante toda posibilidad de amor.
Parece ser que esto se debe a la intervención de Afrodita. Cuenta Graves que "Afrodita se enojó en una ocasión al encontrar a Ares en el lecho de Eos y la maldijo con un deseo constante de los mortales jóvenes, a los que inmediatamente comenzó a seducir uno tras otro secreta y vergonzosamente".
Desde la astronomía, la escena es casi previsible. Porque, precisamente Venus, Afrodita, es el "lucero matutino"y el "lucero vespertino". Es decir, el astro que se destaca en la cercanía del amanecer y del atardecer. Quizá de allí venga la asociación con la diosa del amor. Venus es el astro con el que se encuentra el amante al dejar el lecho al amanecer, y el que lo acompaña al buscar el encuentro de la amada al atardecer... Pero, precisamente, la belleza de Venus Afrodita compite directamente con la del cielo teñido de rosa al alba y al caer la tarde. Sin dudas entre estos seres debían desatarse los celos.
Curiosamente en estos días parece reeditarse la escena que tanto irritó a Venus Afrodita. Porque justamente ahora Marte, Ares, aparece fugazmente al amanecer. Es decir, apenas se lo puede visualizar en medio del cielo que va enrojeciendo anunciando la salida de Helios. Como si Ares hubiera compartido el lecho con la diosa de las mejillas rosadas. Y en un par de meses la escena va a ser completa, porque al alba van a encontrarse Eos, Marte y Venus...tal como aquella vez en la que la Afrodita lanzó la peor maldición de todas sobre su adversaria... la del amor...garantía de sufrimiento...
martes, 14 de julio de 2015
Del sexo, el amor y el poder en las noches griegas...
Noches atrás hablábamos de Venus y de Saturno, Afrodita y
Crono, para los griegos. Son dos de los protagonistas principales de nuestro
cielo, este invierno. Pero sus relaciones nos remontan muy atrás, casi al comienzo
mismo de los tiempos.
Hesíodo, en su Teogonía, nos cuenta cómo fue creado nuestro
mundo. No voy a repetir acá la genealogía de todos los dioses. Pero sí la de
algunos que tienen que ver con las cuestiones que nos interesan aquí. Cuenta Hesíodo
que primero existió el Caos y, luego, Gea, la Tierra. Del Caos surge Nyx, la
Noche. Y de ella, Hémera, el Día. El Día surge de la Noche. Al revés, me
parece, que para nosotros. Nosotros tendemos a creer que es del día, de su fin,
de donde surge la noche. Agreguémosle una curiosidad más: Urano, el Cielo, es
hijo de Gea, la Tierra. Es decir que no tiene la misma procedencia que el Día y
la Noche...
Pero Urano no es sólo hijo de Gea, sino su amante. La
Tierra, acostada, recibe al Cielo que, al posarse sobre ella, la fecunda. La
relación entre ellos era pésima. A tal punto que un día, Urano, de puro jodido,
decide que los hijos que conciba con Gea queden retenidos en ella, sin salir a
la luz. “Gea, a punto de reventar, se quejaba en su interior”, relata Hesíodo.
Y, en su dolor, gesta un plan que uno de sus hijos retenido, Crono (nuestro
Saturno) va a ejecutar. Gea provee a Crono de una hoz y le dice dónde
emboscarse. Dice Hesíodo: “Vino el poderoso Urano, conduciendo la noche. Se
echó sobre la Tierra movido por el deseo y se extendió por todas partes. Crono,
saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuñó con la
derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados dientes, y apresuradamente segó
los genitales de su padre y luego los arrojó a la ventura por detrás”.
Esos son hijos. Nosotros, herederos de Freud, basamos la
sociabilidad en padres que castran a sus hijos. Estos griegos pensaban lo
contrario. Era el hijo el que en algún momento tenía que poner fin al poder
fecundador de su padre, para abrirse paso. Crono está más cerca de la muerte de
Dios Nietzscheana que de la castración psicoanalítica...
Pero, sigamos con nuestra historia. Ya vimos aparecer -¡y de
qué modo!- a Saturno. ¿Y Venus?
Prosigue Hesíodo: “En cuanto a los genitales de Urano, desde
el preciso instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del
continente en el tempestuoso ponto, fueron llevados por piélago durante mucho
tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio
de ella nació una doncella... Afrodita la llaman los dioses y los hombres, porque
nació en medio de la espuma”. Curiosa imagen la del miembro gigantesco del
Cielo flotando por el río, entre la espuma. Poderoso miembro que aún separado
de su dueño sigue engendrando... y nada menos que a quien será la diosa del
amor. Quizá haya algo de eso, en la historia. Un intento de señalar que allí se
acababa –cuac- la era del sexo salvaje y violento para dar paso a la relación
amorosa... O, al menos, para abrir esa posibilidad.
En estas noches de invierno, Venus y Saturno se ven apenas
un ratito. A eso de las siete y media Venus desaparece en el horizonte,
mientras que Saturno se mantiene en lo alto, cerca del Escorpión. Comparten,
entonces, algo más de una horita. Probablemente un tiempo suficiente para que
se saluden y, quizá, recuerden aquellos primeros tiempos en los que la bella
Afrodita surgió como fruto de la acción del osado Crono...
domingo, 12 de julio de 2015
Lluvia dorada
Llueve. No hay estrellas. Hay noche, y frío. Y agua.
Hablamos ya de Zeus transformado en nube. También supo ser lluvia, a la hora de amar.
La muchacha en cuestión es, en este caso, Dánae. Su padre había recibido un vaticinio de que un nieto suyo lo iba a matar y la mejor solución que encontró para evitarlo fue encerrar a su hija. Pero el enamoradizo Zeus la vio y, claro, inmediatamente sintió deseos de darle (su amor, obvio). Podría haber hecho estallar la prisión con su rayo, podría haber fulminado a los guardianes. Pero no. La imaginación de Zeus, a la hora del amor, era copiosa. Y, precisamente, copiosa lluvia derramó sobre Dánae. Lluvia dorada, que era él mismo. Las gotas de oro corrieron por el cuerpo de la doncella, la colmaron de caricias y de placeres y, por supuesto, penetraron en ella. Fruto del amor de Dánae con la lluvia dorada fue Perseo.
En este bellísimo cuadro de 1907 Gustav Klimt dio cuenta de la escena...
Hablamos ya de Zeus transformado en nube. También supo ser lluvia, a la hora de amar.
La muchacha en cuestión es, en este caso, Dánae. Su padre había recibido un vaticinio de que un nieto suyo lo iba a matar y la mejor solución que encontró para evitarlo fue encerrar a su hija. Pero el enamoradizo Zeus la vio y, claro, inmediatamente sintió deseos de darle (su amor, obvio). Podría haber hecho estallar la prisión con su rayo, podría haber fulminado a los guardianes. Pero no. La imaginación de Zeus, a la hora del amor, era copiosa. Y, precisamente, copiosa lluvia derramó sobre Dánae. Lluvia dorada, que era él mismo. Las gotas de oro corrieron por el cuerpo de la doncella, la colmaron de caricias y de placeres y, por supuesto, penetraron en ella. Fruto del amor de Dánae con la lluvia dorada fue Perseo.
En este bellísimo cuadro de 1907 Gustav Klimt dio cuenta de la escena...
viernes, 10 de julio de 2015
De las nubes, el amor y otros mitos
Noche de nubes, sin posibilidad de ver estrellas. Eso no significa que nos quedemos sin mitos. También sobre las nubes se han contado historias. Quizá una de las más bellas sea la que atañe a Zeus e Ío, la bella princesa de Argos.
Dicen, quienes conocen el amor, que es una fuerza que cautiva, que aliena, que embriaga, que excede el alcance de la razón. Pues parece que Ío era tan pero tan bella que Zeus no pudo menos que enamorarse perdidamente de ella. Pero, curiosamente, temeroso de presentarse tal cual era, decidió aproximarse a ella transformándose en nube. Y como nube la amó. Él, que solía jactarse de su fuerza y su bravura, ante la belleza de Ío decidió convertirse en un ser casi etéreo, capaz de las más suaves caricias. Alain Badiou (el gran filósofo francés que alguna vez me dijo "excuse moi, je pense que vous ne connaissez pas l'amour") dice que el amor es, en tanto que acontecimiento, algo que una vez que tiene lugar transforma una situación, crea sus propias reglas, hace de lo impensado una realidad. Zeus transformado en nube por el amor de una doncella quizá sea una de las primeras pruebas del acierto de Badiou.
Así vio la escena el pintor renacentista italiano Antonio Allegri da Correggio
Dicen, quienes conocen el amor, que es una fuerza que cautiva, que aliena, que embriaga, que excede el alcance de la razón. Pues parece que Ío era tan pero tan bella que Zeus no pudo menos que enamorarse perdidamente de ella. Pero, curiosamente, temeroso de presentarse tal cual era, decidió aproximarse a ella transformándose en nube. Y como nube la amó. Él, que solía jactarse de su fuerza y su bravura, ante la belleza de Ío decidió convertirse en un ser casi etéreo, capaz de las más suaves caricias. Alain Badiou (el gran filósofo francés que alguna vez me dijo "excuse moi, je pense que vous ne connaissez pas l'amour") dice que el amor es, en tanto que acontecimiento, algo que una vez que tiene lugar transforma una situación, crea sus propias reglas, hace de lo impensado una realidad. Zeus transformado en nube por el amor de una doncella quizá sea una de las primeras pruebas del acierto de Badiou.
Así vio la escena el pintor renacentista italiano Antonio Allegri da Correggio
jueves, 9 de julio de 2015
Saturno y el escorpión
Bella noche, para mirar las estrellas. No tan fría, con unas pocas nubes. Como en todos los inviernos, la constelación que domina el firmamento es el gigantesco Escorpión. Junto con su archienemigo, Orión, se reparten el protagonismo noche a noche, estación a estación. Según cuenta Eratóstenes: "Ártemis, dicen, hizo que el escorpión surgiera de un montículo de la isla de Quíos y que picara a Orión, que murió así, puesto que había intentado forzarla indecorosamente. Zeus lo situó entre las constelaciones brillantes, para que en lo sucesivo los hombres contemplaran su fuerza y poder". Lo que contemplamos durante el año, en el cielo, es la persecución del Escorpión a Orión... ¿o la persecución de Orión al Escorpión? Porque la historia, circular, no se detuvo con la muerte del gigante abusivo... parece que, a instancias de su padre, Poseidón, Asclepío (también llamado Ofiuco o Esculapio, aquel al que Sócrates invoca segundos antes de morir) lo resucitó... Y es de esperar que haya salido inmediatamente a cobrar venganza contra la bestia que había pretendido condenarlo al Hades.
Este año, la escena presenta un agregado: Saturno, con sus maravillosos anillos (que pueden verse con un telescopio chiquito, casi con uno de juguete) está allí, apenas delante de él. Como si el Escorpión estuviera intentando acercarse a Crono (Saturno para los romanos), abuelo de Orión. En efecto, Crono, hijo del Cielo (Urano) fue padre de Poseidón, padre de Orión. Recordemos también que el Escorpión fue puesto por Zeus en el Cielo...y que Zeus fue quien destronó a Crono. De modo que no parece que Crono Saturno esté muy feliz de encontrarse en las cercanías del Escorpión... ¿Estará persiguiendo el Escorpión a Crono, o será al revés? Quizá el viejo Titán ha decidido volver a imperar en el Cielo (recordemos, de paso, que también Crono había enfrentado -y castrado- a su propio padre, Urano, el Cielo) y ha decidido comenzar por enfrentarse a los aliados de Zeus... Será cuestión de elevar la vista durante estas noches, para ver qué sucede...
Este año, la escena presenta un agregado: Saturno, con sus maravillosos anillos (que pueden verse con un telescopio chiquito, casi con uno de juguete) está allí, apenas delante de él. Como si el Escorpión estuviera intentando acercarse a Crono (Saturno para los romanos), abuelo de Orión. En efecto, Crono, hijo del Cielo (Urano) fue padre de Poseidón, padre de Orión. Recordemos también que el Escorpión fue puesto por Zeus en el Cielo...y que Zeus fue quien destronó a Crono. De modo que no parece que Crono Saturno esté muy feliz de encontrarse en las cercanías del Escorpión... ¿Estará persiguiendo el Escorpión a Crono, o será al revés? Quizá el viejo Titán ha decidido volver a imperar en el Cielo (recordemos, de paso, que también Crono había enfrentado -y castrado- a su propio padre, Urano, el Cielo) y ha decidido comenzar por enfrentarse a los aliados de Zeus... Será cuestión de elevar la vista durante estas noches, para ver qué sucede...
martes, 7 de julio de 2015
SOLO MODAS (?)
Anoche, a propósito de Sartre, hablábamos de modas filosóficas. Estrellas efímeras del pensamiento que se esfuman al cambiar el espíritu de una época... Hace una semana en los medios se hablaba de Venus y Júpiter. La noticia era que se los iba a ver muy juntitos. ¿Y? ¿Ya está? Anoche, a pesar de estar nublado, la potencia de ambos planetas se hacía sentir. Eran los dueños absolutos del firmamento. Hoy, que está despejado, no dejan de lucirse. La foto de abajo está tomada con una camarita muuuuy chiquita... sin embargo, allá arriba, por encima de las luces de la calle...se los ve ufanos, indiferentes a las modas humanas. Qiuién sabe... quizá con los grandes filósofos suceda algo semejante...
domingo, 5 de julio de 2015
Las estrellas nos hablan de otros tiempos, de otras dimensiones. Todo en el cielo se mueve. Todo cambia, noche a noche. Pero con lentitud, con parsimonia, sin urgencias. Mirar al cielo, dejarse embriagar por él, puede ayudar a dimensionar la vida humana. Nuestros temores, nuestras broncas, nuestra indignación se ve de pronto pequeña, nimia, al contemplar las patas del Centauro, lo único visible en esta noche porteña de nubes, frío y estupor. Es una tentación, fugar al cielo. Lo saben la mayor parte de las teologías. Mirar pasar las nubes, entrever, cada tanto, a su paso, algún destello, saber que el infinito nos rodea, tranquiliza, seda. Quizá no venga mal nutrirse un poco de esa belleza. Poner la humanidad en perspectiva. Pero no para fugarse a otros mundos. Sino para volver, en cuanto salga el sol a caminar sobre la tierra.
sábado, 4 de julio de 2015
El espacio, el tiempo, y la Cruz del Sur
Noche fría, con algo de nubes, en Buenos Aires. Pechos fríos
en el cono sur de éste y del otro lado de la cordillera. Me asomo al balcón.
Entre las nubes, más cerca que otras veces, se luce, imponente, la Cruz del
Sur. Y, junto a ella, alfa y beta Centauro. Es muy fácil identificarlas. Son
dos estrellas muy brillantes, que apuntan hacia la Cruz desde su izquierda, en
este momento. Me acuerdo de un dato: alfa centauro es la estrella más cercana a
la Tierra, después del Sol. El Sol está a ocho minutos luz; Alfa Centauro (Rigil Kent) a
cuatro años y pico. Es decir que la luz que estoy viendo en ella, salió de la
estrella hace algo más de cuatro años. Se me ocurre buscar la referencia de las
estrellas de la Cruz del Sur. Encuentro que alfa Crux, la más brillante, la de
abajo, está a unos 350 años luz; beta Crux , la del brazo de la izquierda
(Mimosa), está a unos 420 años luz; Gamma Crux, la de arriba, apenas a
unos 88 años luz; mientras que la del brazo derecho, delta Crux está a unos 250
años luz. Pasemos en limpio... Cuando miro este sector del cielo, veo la luz de
alfa Centauro, que salió en el 2011; la de Beta Centauro y la de alfa Crux, que
salieron en 1665, la de Mimosa, que salió en 1595; la de gamma Crux que salió
en 1927 y la de delta Crux que salió en 1765...
Es curioso, de día todo lo que vemos es espacio. Cosas cerca
o lejos, pero en el espacio. De noche, cuando miramos hacia el cielo, lo que
vemos es tiempo. Luces viajeras, que a una velocidad extraordinaria surcan
distancias inmensas para llegar hasta nosotros. Luces salidas en tiempos de
Spinoza, Kant, o nuestros abuelos. Rayos de luz que partieron en tiempos en que
no existíamos o en que éramos otros (¿cuán diferentes somos desde que la luz de
la más cercana, alfa Centauro, saliera en 2011?). Embriaguez cósmica que se
apodera de la mirada y del pensamiento con sólo observar seis estrellitas desde
un balcón que apunta al sur oeste...
viernes, 3 de julio de 2015
Leo
Noche de nubes y frío. Imposible mirar las estrellas. Busco
al león, entonces, no en el cielo, sino en los libros (ahora que lo pienso,
hubo quien imaginó el cielo como una biblioteca infinita, ¿no?). Repaso el
enfrentamiento con Heracles (Hércules, para los romanos).
El texto de Apolodoro es breve. Parece que este feroz león
asolaba Nemea. Hacia allí partió entonces Heracles. Dice el texto: “Una vez en
Nemea, y habiendo acorralado al león, primero le disparó sus flechas, pero al
darse cuenta de que era invulnerable, lo persiguió con la maza enarbolada;
cuando el león se hubo refugiado en una cueva de dos bocas, obstruyó una, entró
por la otra en pos del animal, y rodeándole el cuello con el brazo lo mantuvo
apretado hasta que lo estranguló”. Parece que Zeus quiso se recordara esta
historia y por eso colocó al león en el cielo (es decir, lo “catasterizó”,
palabra linda para el scrabell, si las hay...).
Puedo imaginarme a un grupo de griegos en plena noche
contemplando a Leo, repitiendo esta historia. Me pregunto por qué. Por qué le
gustó a Zeus; por qué les gustó a los hombres pensar que a Zeus le había
gustado.
Se me ocurren algunas cosas. Por ejemplo, que hay problemas,
situaciones, adversarios, enemigos, contratiempos a los que no se puede
enfrentar armados, porque son invulnerables. Quizá se trate entonces de acorralarlos...y
de asfixiarlos... ¿Qué implica asfixiarlos? Negarles aquello que les resulta
vital para existir. Pienso en trivialidades, problemas de cabotaje que
necesitan alimentarse con nuestra atención para tener entidad. Quizá lo mejor
no sea enfrentarlos a los mazazos, sino bloquearlos, cerrarlos, negarles el
alimento...hasta que se anulen a sí mismos. ¿Cuántos miedos se consumirían si
les negáramos los insumos que los hacen agigantarse? ¿Cuántas angustias se
debilitarían hasta morir si dejáramos de alentarlas con nuestro propio oxígeno?.
No sé si esto quería Zeus que recordáramos al ver al león.
Pero tal vez es algo que necesitaba decirme a mí mismo, pensando –ya que hoy no
puedo verlas- en las estrellas.
Venus, Júpiter...y el león
Venus y Júpiter continúan deleitándonos con su danza. Hoy nos juntamos con un grupito de amigos a contemplarlos, a las seis de la tarde, en una fría plaza de Barracas. Parecíamos niños mirando, con la boca abierta, el cielo. Y allí estaban, los dueños absolutos del cielo, solos, exhibiendo su majestuosidad...
Con la llegada de la oscuridad, el cielo se puebla de estrellas. La primera que aparece, arriba a la derecha de Venus, es Regulus, el corazón de Leo. Quizá una de las constelaciones más bonitas, el león de cuello en forma de signo de pregunta y colita triangular.
Se dice que este león es aquel que enfrentara Hércules, en uno de sus trabajos. Pero a mí me trae hoy el recuerdo de otro león, el león de Zaratustra, aquel que ríe mientras las palomas juegan en su melena y se deslizan por su nariz. Un león capaz de rugir y de espantar a aquellos hombres que se consideran superiores pero no hacen nada para superarse a sí mismos; aquellos capaces de hacer de un asno un dios, pero incapaces de construir ellos mismos el sentido de la tierra.
Miro al león del cielo, y me acuerdo del león capaz de decir "yo quiero", frente al deber; el león capaz de de decir "¡NO!" al "Tú debes" que pretende domesticarlo; el león capaz de "crearse libertad para un nuevo crear". No es el león feroz que sucumbe ante la fuerza de Heracles. Es un león tierno y dulce; amoroso, pero firme, tenaz, valiente, temible.
Hay un león en el cielo. Venus y Júpiter se mueven delante de su hocico, como las palomas de Zaratustra. El león ríe, mientras crea libertad para un nuevo crear...
Con la llegada de la oscuridad, el cielo se puebla de estrellas. La primera que aparece, arriba a la derecha de Venus, es Regulus, el corazón de Leo. Quizá una de las constelaciones más bonitas, el león de cuello en forma de signo de pregunta y colita triangular.
Se dice que este león es aquel que enfrentara Hércules, en uno de sus trabajos. Pero a mí me trae hoy el recuerdo de otro león, el león de Zaratustra, aquel que ríe mientras las palomas juegan en su melena y se deslizan por su nariz. Un león capaz de rugir y de espantar a aquellos hombres que se consideran superiores pero no hacen nada para superarse a sí mismos; aquellos capaces de hacer de un asno un dios, pero incapaces de construir ellos mismos el sentido de la tierra.
Miro al león del cielo, y me acuerdo del león capaz de decir "yo quiero", frente al deber; el león capaz de de decir "¡NO!" al "Tú debes" que pretende domesticarlo; el león capaz de "crearse libertad para un nuevo crear". No es el león feroz que sucumbe ante la fuerza de Heracles. Es un león tierno y dulce; amoroso, pero firme, tenaz, valiente, temible.
Hay un león en el cielo. Venus y Júpiter se mueven delante de su hocico, como las palomas de Zaratustra. El león ríe, mientras crea libertad para un nuevo crear...
miércoles, 1 de julio de 2015
Venus, Júpiter, alegres vagabundos cósmicos...
Con un grupo de amigos con los cuales nos juntamos a filosofar cada lunes por la noche veníamos siguiendo el derrotero de Venus / Afrodita que, semana a semana, parecía dirigirla hacia su encuentro con Júpiter / Zeus. Afrodita, presurosa, volando hacia la morada de su padre. Como aquella vez en que Diomedes la hirió en el campo de batalla e hizo que partiera llorando a refugiarse en el regazo de Zeus.
Anoche se produjo, finalmente, el encuentro y hoy todavía permanecieron los planetas en cercanía, como si quisieran demorar el momento de la despedida.
Algo que nos perdimos, desde este lugar de la Tierra, fue el merodeo de Venus en torno a Júpiter, que se produjo en el transcurso de nuestra noche, pero debajo de la línea del horizonte.
Sabemos que la palabra "planeta" deriva del griego y que, para ellos, designaba a los "vagabundos". Porque precisamente ésto eran los planetas: luces vagabundas que no se atenían a la marcha armoniosa, cósmica, de las estrellas, sino que variaban su posición en relación con ellas. Precisamente el movimiento que los astros tuvieron a lo largo de la noche de ayer hubiera fascinado a los griegos porque en un momento dado Venus se adelantó a Júpiter, luego se frenó, fue hacia atrás... y hoy apareció como si, simplemente, hubiera seguido un camino rectilíneo ascendente...
Nos queda por ver, en los próximos días, cuál va a ser el camino que va a tomar la siempre presurosa Venus/ Afrodita. Con qué otro dios irá a encontrarse; con qué otro ser vivirá alguna aventura amorosa. E, incluso, quién sabe, si decidirá intervenir en nuestros amores terrestres, tan necesitados de favores divinos para poder llegar a buen puerto o, al menos, para atravesar islas de alegría y placer...
Anoche se produjo, finalmente, el encuentro y hoy todavía permanecieron los planetas en cercanía, como si quisieran demorar el momento de la despedida.
Algo que nos perdimos, desde este lugar de la Tierra, fue el merodeo de Venus en torno a Júpiter, que se produjo en el transcurso de nuestra noche, pero debajo de la línea del horizonte.
Sabemos que la palabra "planeta" deriva del griego y que, para ellos, designaba a los "vagabundos". Porque precisamente ésto eran los planetas: luces vagabundas que no se atenían a la marcha armoniosa, cósmica, de las estrellas, sino que variaban su posición en relación con ellas. Precisamente el movimiento que los astros tuvieron a lo largo de la noche de ayer hubiera fascinado a los griegos porque en un momento dado Venus se adelantó a Júpiter, luego se frenó, fue hacia atrás... y hoy apareció como si, simplemente, hubiera seguido un camino rectilíneo ascendente...
Nos queda por ver, en los próximos días, cuál va a ser el camino que va a tomar la siempre presurosa Venus/ Afrodita. Con qué otro dios irá a encontrarse; con qué otro ser vivirá alguna aventura amorosa. E, incluso, quién sabe, si decidirá intervenir en nuestros amores terrestres, tan necesitados de favores divinos para poder llegar a buen puerto o, al menos, para atravesar islas de alegría y placer...
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