jueves, 6 de enero de 2011

Serpientes, tentaciones, castigos


Vuelvo a la historia contada por Eratóstenes (y le añado la imagen de Hevelius, del s.XVII). Mutatis mutandi, la historia de Adán en el jardín del Edén. Tenemos a la serpiente, la tentación, la ingesta, la mentira, el castigo. Pero es demasiado lo que hay que cambiar para que ambas historias se superpongan. No pueden ser, siquiera, variaciones una de otra. Sus semejanzas, que las hay, no hacen más que enfatizar sus diferencias. No hay dueño, los higos -y no manzanas- son silvestres; no hay inocencia previa al delito -el cuervo es plenamente consciente de lo que hace, antes de hacerlo-; la serpiente -de agua, y no de tierra- no es la tentadora, sino la fallida coartada. También el castigo es diferente. El cuervo queda detenido, congelado en su falta. Su castigo es permanente y espectacular. No hay perdón ni reparación tras la falta. El cuervo, no construye nada; Adán, abre paso a la historia...

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