miércoles, 5 de enero de 2011

Derrida y las bestias siderales

Para variar... ¡nublado! (¿Cómo hacía Ovidio para soportar una seguidilla como esta?)


Acabo de terminar La bestia y el soberano, de Derrida. Pienso en la historia de Eratóstenes sobre la Hydra. Supongo que Derrida la conocía; me habría gustado encontrar un capítulo dedicado a ella. Por un lado, la astucia del cuervo. Atucia torpe, la suya. Y una astucia torpe, deja de ser astucia, ¿no? Pasa a ser una estupidez, una "bestialidad", una bobada -la bêtise de Derrida-. Por otro lado, la Hydra, la constelación de mayor longitud del cielo, es aquí, desde el principio del relato, una inocente culebrita de agua. El mayor mérito que se le atribuye es el de ser una voraz... ¡bebedora de agua! Es verdad que una vez catasterizada crece en imponencia. Y sirve al castigo de Apolo. No por su ferocidad, sino por sus sinuosidades. ¿Y Apolo? Él es el soberano. No sólo ve lo que hace el cuervo sino que, y esto es lo verdaderamente importante, lo permite. Deja que el cuervo coma, deja que hable, deja que mienta. Y castiga. Con un castigo bestial. Finalmente, es el soberano quien deviene bestia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario