lunes, 3 de enero de 2011

Hércules, la Hydra y el Cangrejo

Según el relato más conocido, el asesinato de la Hydra fue el “Segundo Trabajo” encomendado a Hércules por Euristeo. La Hydra era un animal con un cuerpo semejante al de un perro, y un número de mortíferas cabezas de serpiente cuyo número varía –según el mitógrafo que se tome como referencia- entre ocho y diez mil, una de las cuales era inmortal. En lo que hay acuerdo es en que su veneno era tal, que mataba con sólo olerla.
Se sabe que, más allá de las intenciones explícitas de Euristeo, los “Trabajos” fueron una suerte de “seminario intensivo”, “campaña de entrenamiento” o, ya en el colmo de la irrespetuosidad, de “pretemporada” que le sirvió a Hércules para ir sabiendo quién era –cuál era su potencia, diría Spinoza- al tiempo que, en cierto modo, iba construyendo esa identidad como hijo de Zeus. Recordemos que Hera, celosa porque era fruto de un engaño de su esposo, intentó por todos los medios posibles –cosa que, tratándose de Hera, indudablemente eran muchos- asesinarlo, sin advertir que, cuanto mayor era el peligro al que lo exponía, más fortalecido salía el joven héroe al superarlo (lo cual, finalmente, le valió el reconocimiento de la diosa que, no sólo aceptó que se le otorgara un lugar en el Olimpo, sino que le dio la mano de su dilecta hija Hebe).
Pero aquí, en el combate con la colosal serpiente, Hércules todavía no era quién iba a ser. “Apenas” acababa de cumplir con su “Primer Trabajo” matando al León de Nemea –al que nos referiremos, seguramente, al hablar de su constelación, Leo-. Por lo cual, la lucha con la serpiente se tornó árdua. Conteniendo la respiración, Hércules asestaba fuertes golpes con su mazo a las cabezas del animal, haciéndolas estallar. Pero, inmediatamente, de la herida abierta brotaban dos cabezas tan mortíferas como la anterior.
La situación se agravó aún más cuando, encontrándose el joven inmovilizado por la serpiente que se le había enrollado en la parte inferior de su cuerpo, un cangrejo gigante, enviado por Hera, comenzó a morderle los pies.
Extremando la fuerza y la inteligencia, Hércules aplastó, primero, al cangrejo y luego le pidió a su sobrino Yolao que le proporcionara estacas ardientes con las que “cauterizó” las heridas de la Hydra evitando el reemplazo de las cabezas destrozadas. Así, en un momento sólo le quedó a la bestia su cabeza inmortal, que el hijo de Zeus se apresuró a cortar con su espada.

Si hoy no estuviera nublado, con un par de binoculares –a simple vista es quizá el signo del Zoodíaco más difícil de percibir- podríamos ver la figura del cangrejo exactamente debajo de la cabeza de la Hydra.

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